Martes 14 de octubre del 2024
Mientras Jesús hablaba, un fariseo lo invitó a comer en su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo se sorprendió al ver que Jesús no se lavó las manos antes de comer, como era la costumbre. Entonces Jesús le dijo: “Ustedes, los fariseos, se preocupan mucho por limpiar bien el plato y la copa por fuera, pero por dentro están llenos de maldad y egoísmo. ¡Qué necios son! ¿Acaso el mismo Dios que hizo lo de fuera no hizo también lo de dentro? (Lucas 11:37-41)
MI REFLEXION:
A veces nos preocupamos demasiado por cómo nos ven los demás: que todo se vea bonito, que nuestra imagen esté limpia, que los demás piensen que somos buenas personas. Pero Jesús nos enseña que no sirve de mucho tener una apariencia impecable si por dentro llevamos rencor, envidia o egoísmo. Los fariseos cumplían las normas externas, pero su corazón estaba lejos del amor. Jesús los invita —y también nos invita a nosotros— a mirar más adentro, a limpiar el corazón, a actuar con sinceridad y compasión.
“Dar limosna de lo de dentro” significa compartir desde el alma: dar amor, perdón, comprensión, tiempo, paciencia… cosas que no se ven, pero que sanan y limpian el interior. Cuando vas ayudar a alguien, no lo divulgues, no lo sazones tanto, no lo publiques, hazlo callado. Hay quienes hacen las cosas y lo cacarean. Cuando cuidamos lo que llevamos dentro, automáticamente lo de fuera también se embellece. Porque una persona con el corazón limpio brilla sin necesidad de aparentar, una persona de corazón noble, hasta Dios lo ve.
No sirve de mucho tener la casa o la imagen perfecta si el corazón está desordenado. Limpia primero el alma, y todo lo demás se verá con más luz. Que hoy podamos mirar más nuestro interior que las apariencias, dejar que Dios limpie nuestro corazón y nos enseñe a amar de verdad.
Cierro con esta bella canción “Dame un nuevo corazón”