Miercoles 8 de octubre del 2025
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Él les dijo: «Cuando ores di: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.» (Lucas 11: 1-4)
MI REFLEXION:
A veces cargamos tanto… preocupaciones, culpas, miedos, pensamientos que no nos dejan en paz. Caminamos con el alma llena, tratando de resolverlo todo con nuestras fuerzas, y se nos olvida lo más sencillo: hablar con Dios. Porque eso es orar: conversar con quien mejor nos conoce, con quien no juzga, sino que abraza.
Jesús nos dejó una oración perfecta, sencilla y profunda: el Padre Nuestro. No es solo un rezo, es un resumen del amor, la fe y la entrega. Cada palabra tiene poder: “Padre nuestro” nos recuerda que no estamos solos. Tenemos un Padre, y somos parte de una familia espiritual. “Hágase tu voluntad” es el acto más grande de confianza: dejar de resistir y permitir que Dios obre. “Danos hoy nuestro pan de cada día” nos enseña a vivir el presente, confiando en que Él provee. “Perdona nuestras ofensas” nos libera del peso del rencor, porque quien perdona, se sana. “No nos dejes caer en la tentación” nos cubre en los momentos más frágiles, recordándonos que su fuerza nos sostiene.
Cada día, con solo rezar el Padre Nuestro desde el corazón, le estamos entregando a Dios nuestras cargas, nuestros planes y nuestras heridas. No se trata de repetir palabras, sino de abrir el alma.
Y cuando lo hacemos… algo cambia. No siempre la situación, pero sí nosotros. Y eso es suficiente para seguir en paz. A través de la oración fortalecemos la fe, hallamos calma en medio del caos y recordamos que no tenemos que cargar solos. Porque cuando oramos, Dios escucha… y el alma descansa.
Termino con esta canción