Miercoles 1 de octubre del 2025
“El quiebre no es el final, es la oportunidad de reconstruir con más verdad y fortaleza.”
MI REFLEXION:
La palabra quiebre puede sonar dura, como si fuera el fin de algo. Un quiebre en la confianza, en una relación, en un negocio, o incluso en la comunicación entre padres e hijos, siempre deja una huella. Nos recuerda que lo que parecía sólido puede romperse, a veces en silencio y otras con estruendo. El quiebre duele porque evidencia lo frágil que somos y lo fácil que es perder lo que tanto costó construir. Entre amigos puede ser la traición, entre parejas la mentira, entre padres e hijos la falta de diálogo sincero. Un negocio se quiebra cuando se dejan de cuidar los detalles, cuando se descuida el compromiso.
Pero el quiebre no siempre significa destrucción definitiva. A veces es un llamado a mirar de cerca lo que no estábamos viendo, una invitación a reconstruir con más conciencia, más amor y más verdad. Porque aunque una vasija rota ya no será la misma, puede ser reparada y embellecida, como en el arte del kintsugi, donde las grietas se sellan con oro para que lo roto cuente su historia y se convierta en algo más valioso.
El desafío está en no negar el quiebre, sino reconocerlo, aceptarlo y decidir qué haremos con él: ¿dejamos que sea una herida abierta que se pudre en el alma o lo transformamos en una oportunidad de crecer, perdonar, aprender y fortalecer lo que realmente importa? El quiebre, al final, nos recuerda que lo humano no es la perfección, sino la capacidad de levantarnos después de cada ruptura, con fe y con la esperanza de que todo lo roto puede encontrar un nuevo sentido.
Cierro con esta canción positiva en medio del Quiebre