Martes 30 de septiembre del 2025
“Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.” (Salmos 147:3)
MI REFLEXION:
A veces creemos que las heridas del corazón nunca cerrarán. El dolor nos hace sentir frágiles, vacíos o incluso sin fuerzas para seguir. Pero este versículo nos recuerda una verdad poderosa: Dios mismo es el sanador de nuestro interior. Él no ignora nuestras lágrimas ni pasa por alto nuestro sufrimiento. Al contrario, se acerca con ternura, recoge los pedazos de nuestra alma y los va uniendo con hilos de amor. Sus vendas no son temporales, son promesas de restauración.
Sanar no siempre significa olvidar el dolor, sino descubrir que de la mano de Dios podemos transformar nuestras cicatrices en testimonio de vida. Allí donde creímos que todo estaba perdido, Él planta esperanza. Hoy, si tu corazón está quebrantado, recuerda: no hay herida demasiado profunda que Dios no pueda vendar. Dale espacio para que obre, y verás cómo poco a poco tu dolor se convertirá en fortaleza y tu llanto en paz.
Recuerda que todo lo que sucede es perfecto, es con propósito de Dios. Pidamos Luz y Paz, en medio de la tormenta.