Viernes 19 de septiembre del 2025
No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada. (Salmo 48: 16-17)
MI REFLEXION:
Ese pasaje de hoy, que citamos en este Salmo 48, versículos 16-17, nos trae un mensaje muy profundo y actual para nuestras vidas. Lo que nos quiere decir es que las riquezas y los lujos son pasajeros. Muchas veces vemos a personas que parecen vivir en abundancia, rodeadas de bienes materiales, éxito o poder, y podemos sentirnos pequeños o preocupados porque pensamos que “nos falta algo” Y peor aún, otros que no tienen nada, viven una burbuja de lujos en sus cabezas, hablando de marcas, soñando despiertos y tu vas a sus casas y no tienen ni pasta dental o jabón para bañarse.
El Señor nos recuerda que, al final, todos partimos de este mundo de la misma manera: sin llevarnos nada. Ni mansiones, ni joyas, ni cuentas bancarias. Todo se queda aquí. Nadie es mas que nadie en esta tierra por las marcas, por las apariencias. No hay que vivir haciendo tantos alardes de lo que se tiene o de lo que no se tiene. No pongamos nuestro corazón en lo que se acaba, sino en lo que permanece: el amor, la fe, la bondad, las buenas obras. El valor verdadero no está en cuánto tenemos, sino en quiénes somos delante de Dios. Las riquezas no son malas, pero se convierten en un peligro cuando nos hacen olvidar lo esencial: la vida eterna, la justicia, la compasión.
Este Salmo es una invitación a vivir con paz, sin compararnos ni sentir envidia, porque lo que de verdad cuenta es lo que edificamos en el alma. Es como que el Señor en este Salmo nos dijera: «No mires con tristeza lo que otros poseen, porque todo eso tiene fecha de caducidad. En cambio, tus actos de amor y tu fe en mí son un tesoro eterno que nadie puede arrebatarte.» Este Salmo nos anima a vivir con esperanza y sencillez, confiando en que la verdadera riqueza está en el cielo, no en lo que el hombre acumula en la tierra.
Cierro con esta bonita canción “Nada te turbe, nada te espante”