Jueves 31 de julio del 2025
«Dejen a un lado toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó en Cristo.» (Efesios 4:31-32)
MI REFLEXION:
A veces, el resentimiento se instala en el corazón como una piedra pesada. No aparece solo: llega después de haber sido heridos, difamados, burlados, abusados, traicionados o tratados con arrogancia por alguien o por algunas personas. Es una reacción humana cuando lidiamos con personas que, lejos de sumar, restan paz, energía y hasta alegría. Son personas que donde quiera que están su energía oscura, pesada y negativa, hasta enferman, son verdaderos “Haters”. Estas personas que viven en el caos, que difunden mentiras, que hieren con palabras o con actitudes a nosotros a seres que amamos, que pisan lo sagrado de otros, despiertan en nosotros un deseo natural de alejarlas o mantenerlas bien lejos, muchas veces de ni querer verlas. Y eso está bien: alejarse es también una forma de amor propio.
Entonces, ¿qué hacemos cuando el resentimiento nos roba la energía? Respirar, aceptar que nos dolió, pero luego, soltar. Soltar no significa justificar, no significa negar. Significa dejar de cargar algo que pesa más de lo que vale. Perdonar no es abrirle la puerta al agresor, perdonar es abrir una puerta dentro de ti para que entre la luz. Dios no nos pide que aguantemos todo, nos pide que no nos destruyamos con el veneno del odio o la ira. Mantengamos la paz interior, soltando y fluyendo.
Recuerda que el alma fue creada para florecer, no para estancarse en lo oscuro.
Te dejo esta melodía para armonizar