Miercoles 11 de junio del 2025
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses 4:8)
MI REFLEXION:
Hay seres humanos que nacieron siendo seres humanos nobles. Donde quiera que pisan y pasan, dejan una huella de nobleza, de honestidad, de Amor. Inclusive a estas personas se les hace difícil ser duros de corazón, ser malos, ser indolentes. Hay algo en el ser humano que no necesita adornos, ni títulos, ni aplausos para brillar: la nobleza del corazón.
Esa bondad genuina que se expresa en gestos simples, en una mirada compasiva, en una palabra que alienta, en un gesto o acto, en la decisión de no devolver mal por mal, aunque nos provoquen. Ser bueno no es ser pendejo, como dice la frase callejera, tampoco es ser cobarde. Ser bueno es ser valiente de verdad. Porque en un mundo donde muchos eligen la dureza, la indiferencia o el egoísmo, elegir la nobleza es un acto de coraje. La nobleza no es debilidad, es esencia. Es ese ADN espiritual que traemos desde el origen, cuando fuimos creados a imagen de un Dios que es amor, compasión, justicia y verdad. Por eso Yo elijo ser noble, fue una herencia de mi Padre.
La persona noble piensa en el bien, actúa con intención limpia, se sostiene en lo justo, y no necesita aplastar a nadie para sentirse grande. Y sí, cuando uno es bueno, se nota. Se nota en el ambiente que uno genera, en la paz que transmite, en la forma de mirar, de hablar, de escuchar. Así como también se nota cuando hay dureza en el corazón. Así que no permitamos que la decepción, las heridas o la maldad ajena nos endurezcan. No perdamos nuestra nobleza por aparentar fortaleza. Al contrario: cultivémosla. Aferrémonos a ella como una bandera silenciosa, pero firme. Porque, al final, lo noble deja huella, y lo demás, simplemente pasa.
Cierro con esta hermosa canción “Dame un nuevo corazón”